Mucha gente confunde felicidad y alegría. Pero no les veamos como
zotes, tarugos, o zafios. No tienen la culpa. Hay concepto que el
bienestar distorsiona. Muchos se enternecen ante las largas sonrisas de
las postales o de fotos de los países pobres, en las cuales se ven a la
gente con un fuego exterior, con un júbilo externo, con una algazara,
un regodeo y un gozo esplendidos. Sonrisa centelleante de niños, de
mujeres, de hombres… Y llegan a una conclusión trascendental aunque
irrisoria y ridícula: “Tan pobres y tan felices…”
¡Pues no! ¡No somos felices!
Y lo digo con gritos, con acritud y con ranciedad. Lo digo incorporándome más en mi silla, porque esto no es una conclusión.
La conclusión está en la realidad diaria de toda esta gente.
¿Cómo
van a ser felices, familias trituradas por la necesidad? ¿Cómo va a ser
feliz la gente de un país, sin el mínimo de bienestar? ¿Cómo van a ser
felices si no saben lo que es no tener preocupaciones económicas? Gente
que nunca ha tenido lo mínimo…
¿Cómo va a ser feliz la familia de mi
amigo Fabrice si tienen que vivir nueve personas en la misma habitación
claustrofóbica, en condiciones pésimas? Habitación desprovista de
color, de cuadros, de cortinas, muros fríos y grises, que sólo contiene
pobreza, aunque mucha dignidad.
¿Cómo va a ser feliz mi tío Cossi,
si sólo duerme 2 horas al día, para poder dar de comer a su familia una
vez cada día? ¿Cómo va a ser feliz Yadedji, si tiene que caminar cinco
horas para ir a la universidad y cinco horas para volver? Joven
espíritu que aún, rodeado y hundido en la miseria, lucha por tener un
titulo que probablemente le resultara inútil. ¿Y cómo va a ser feliz,
si hay días que ni come? ¿Cómo?
Conozco a gente que no tiene ni
lo mínimo. Conozco a mujeres que se derrumbaron, al ver que no podían
más. He visto padres pensativos, porque otra vez tenían los niños en
casa por falta de dinero para la escolarización. He visto a viejos
tirando de carros oxidados con la pequeña fuerza de sus ya frágiles
brazos bajo un sol ígneo y abrasador, para ganar un poco, algo para
subsistir. He visto a gente llorar, lagrimas ardorosas porque no sabían
que más hacer. He visto gente vivir, rodeada de detritos, de porquería
porque no había más opciones. He visto casas inundadas, con gente
durmiendo encima de las mesas. He visto a abuelas hacer el truco de las
piedras al fuego para engañar el hambre de sus nietos. He visto a una
mujer llorar cuando se comía lo último que le quedaba. He visto a
niños, que ya eran “tetraplejicos”. He visto a hombres perder su
dignidad, sólo para conseguir un poco para traer a casa. He visto a
niños que ya tuvieron que dejar de lado su infancia porque tienen a
otros hermanos más pequeños a los que cuidar. He visto a gente rezar a
dios con fe porque ya no había más realidad. He visto gente morir por
un simple catarro. He visto tantas cosas… Esto no es felicidad.
Entonces, no digan “Tan pobres y tan felices...”.
Y
si nos veis riendo, pues no es de felicidad. Es la risa de la
ignorancia, la risa del conformismo. La risa de “la vida es así”. Es la
risa de cuando ya no hay más alternativa.
Es la risa de la alegría,
sensación satisfactoria y fogosa, por una causa agradable, ya sea ver
alguna cosa inusual o a un “tubab” amable haciendo fotos.
Los
africanos somos alegres. Será por el sol de nuestras tierras o los
colores de nuestras telas, pero somos risueños y achispados. Bueno,
alguna excepción habrá.
Conozco a gente que nunca a pensando en qué
color quiere para su coche, qué vestido poner para la noche, o si ir a
aquella fiesta o no. Gente que igual se muere sin saber cual era su
enfermedad. Gente que se resigna, pero sin perder su sonrisa. Yadedji
se ríe, con su risa risueña. Y mi tío Cossi siempre me dice riendo: “Ahora estoy mucho mejor que antes.”
No
somos felices. Porque no tenemos lo mínimo. No gozamos de lo que
deseamos, aunque lo único que se desea allí, roza los mínimos y gemela
con comer cada día y tener lo básico, lo sustancial. No hay ninguna
satisfacción en pasar hambre y ver desgracias.
La felicidad es tener
las necesidades básicas cubiertas. La felicidad es comida cada día. La
felicidad es tener asistencia médica gratuita y para todos. La
felicidad es poder dar una educación a tus hijos. La felicidad es tener
dinero para tus primeras necesidades.
Aquí, la gente es feliz
pero nada alegre. Sonreír cuesta y reír ya es, como el arroz para
nosotros; pues sólo para los días de fiesta. Los blancos son felices,
pero no son gente alegre.
… Y esto es lo que nosotros envidiamos.
Una felicidad sin alegría. Porque cuando tienes hambre, la alegría te
parece una chorrada. Cuando eres infeliz, la alegría te parece una
estupidez. Esto es la felicidad sin alegría que nos hace cruzar, el
mar, luchando contra intemperies, dejando todo atrás, persiguiendo un
sueño, sin saber que es una felicidad sin alegría.
Aunque llega un
punto en el que ya no se sabe que es mejor. Si ser alegre pero infeliz
o ser feliz y dejar de banda a la alegría que de nada sirve.
Y si no ha quedado claro aquí va una clara y concisa definición de la RAE:
Felicidad
1. f. Estado de ánimo del que disfruta de lo que desea:
2. Satisfacción, alegría, contento.
3. ...
Alegría1. f. Sentimiento grato y vivo producido por un motivo placentero que, por lo común, se manifiesta con signos externos.
2. ...
Los
africanos no somos felices. Porque si lo fuéramos, nos quedaríamos en
nuestros países. Y como decimos en el Dahomey, como expresión de la
máxima felicidad: “En Europa, puedes beber una coca-cola cada día. Esto es felicidad.”
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